El trabajo continuo y disciplinado, el esfuerzo y la perseverancia, son las mejores armas con que cuenta un escultor deseoso de trascender lo rutinario y alcanzar el podio de los Grandes Maestros.
Para romper las malezas que siempre plagan los senderos del arte, el más cortante instrumento es la sinceridad y auto-respeto. Cada artista es el fruto de un tiempo y cada obra, una semilla que enraíza en el presente para proyectarse al futuro. El arte no es una aventura sino una ventana en la roca de nuestra propia existencia; no para dejar entrar la luz, sino, para liberarla de las tinieblas.
Caballero solitario que persigue la voz de una campana, una voluntad de acero y la absoluta lealtad a sus principios… Nutriéndose del goce de un trabajo hecho a conciencia, que le permite construir hogar a sus verdades, para que no sucumban en el olvido, con su muerte. Sin otra luz que la de su sentir y su razón. Sin otro horizonte que aquel profundo, que sólo se divisa cuando, cerrados los ojos, nos asomamos a nuestra propia realidad… Ahí está la cantera… Ahí se halla la magia y el encanto callado de las formas que cantan a la vida mientras se purifican y fortalecen con la espera. Hay que bajar a rescatarlas con precaución y tacto para que no se rompan como burbujas de jabón… Luego hay que darles libertad para que vayan como pequeñas tortuguitas guiadas por su propio instinto, hasta el océano, enfrentándose a los hambrientos chacales y al afilado pico de las tijeras en tierra, y ya en el mar, a los insaciables peces y a los voraces cangrejos…